Fes por la Ley del Ecocidio
Fes por la Ley del Ecocidio es una coalición interreligiosa que reúne a voces y líderes religiosos y espirituales que quieren expresar su apoyo a la creación del crimen internacional de Ecocidio.
La humanidad se encuentra en una encrucijada, y las comunidades de fe tienen una voz única para reverenciar a la Madre Tierra/la Creación, y para la comprensión existencial de la relación que existe entre los seres humanos y la Naturaleza. Elevamos esta voz en apoyo de la creación de nuevas normas para la protección de la Naturaleza a escala mundial.
Nota: El vídeo está de momento sólo en inglés
Fes por la Ley del Ecocidio es una coalición interreligiosa que reúne a voces y líderes religiosos y espirituales para que quieren expresar su apoyo a la creación del crimen internacional de Ecocidio.
Nosotras, como personas de fe
• Estamos profundamente preocupadas por la continua destrucción de nuestro hogar, la Tierra.
• Pedimos una respuesta global para impedir el daño masivo y la destrucción de los ecosistemas, es decir, el Ecocidio.
• Apoyamos la creación de un marco jurídico para la protección de la vida en la Tierra que incluya al Ecocidio como un Crimen Contra Paz bajo la jurisdicción del Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional.
Acerca de la Ley del Ecocidio
El Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional (CPI) de La Haya es el documento en donde se recogen los crímenes más graves, los que preocupan a toda la comunidad internacional. Los crímenes bajo la jurisdicción de la CPI suelen denominarse Crímenes contra la Paz. La CPI juzga actualmente cuatro crímenes: el Genocidio, los Crímenes de Lesa Humanidad, los Crímenes de Guerra y los Crímenes de Agresión. El Estatuto puede modificarse para añadir un quinto crimen: el Ecocidio.
Ecocidio significa daño masivo y destrucción de ecosistemas – un daño a la naturaleza que es grave, generalizado o sistemático. “Eco” deriva del griego oikos, que significa casa u hogar, y “cide”, del latín caedere, que significa derribar, demoler, matar. En otras palabras, “matar nuestro hogar”. Tipificar como crimen internacional los peores casos de destrucción medioambiental impone un deber de diligencia a quienes tienen el poder para tomar decisiones que afectan a toda la humanidad.
Apoyo a la ley de ecocidio
Como humanidad, nos encontramos en una posición en la que nunca antes habíamos estado. Vivimos en la era del Antropoceno. Hemos producido un impacto en todo el sistema planetario y la Naturaleza está enviándonos mensajes de alerta. Nuestras acciones colectivas están dañando la vida a escala global. Todos los días suceden ecocidios. El clima está cambiando. El hielo polar se está derritiendo y el nivel de los océanos se está elevando. Todos los días desaparecen de la superficie terrestre especies de flora y fauna que nunca habrán de retornar. Muchos y muchas hemos olvidado que no somos seres separados de la Naturaleza sino que somos parte integral de la vida de este planeta y que, cuando perjudicamos a la Naturaleza, nos perjudicamos a nosotros/as mismos/as.
Como seres humanos, tenemos la habilidad de contemplar lo que somos y lo que experimentamos. La crisis ecológica es una crisis existencial, es una crisis de comprensión sobre qué lugar ocupamos en el mundo. Durante miles años, las tradiciones y creencias espirituales han dotado a la humanidad de narrativas que le han servido para comprender quiénes somos. Como personas de fe, abrazamos la cosmovisión que incluye a aquellos que estaban aquí antes que nosotros y acogemos a aquellos que vendrán después. La Madre Tierra, o la Creación, siempre nos ha brindado todo lo que necesitamos para vivir: aire para respirar, agua para beber y comida para alimentarnos. Debemos respetar y proteger a la Tierra para que nuestro hogar siga siendo habitable, abundante y hermoso en el futuro. Tenemos ahora la opción de convertirnos en sanadores, cuidadores y copartícipes del conjunto viviente. Tenemos la opción de cambiar la relación de la humanidad con la Naturaleza, transitando del daño a la armonía.
Como personas de fe de todo el mundo, exigimos una respuesta global para que no se cometan más ecocidios. Para vivir en paz entre nosotros, debemos estar en paz con la Tierra. Nuestras sociedades se rigen por leyes y debemos cambiarlas para proteger a los más vulnerables y a lo que es más valioso. En la era del Antropoceno se requiere un deber de cuidado al más alto nivel para proteger a la Tierra. Por ello, el Ecocidio se debe convertir en un crimen contra la paz bajo la jurisdicción de la Corte Penal Internacional, junto con los otros crímenes que preocupan a toda la comunidad internacional.
Juntos y juntas luchamos para poner fin al Ecocidio y para sanar a la Tierra. Somos los templos, las iglesias, las pagodas, las mezquitas, las sinagogas, las catedrales y los lugares sagrados alrededor del mundo. ¡Con fe, esperanza, amor y cuidado por nuestro futuro común!
Antecedentes
Nos encontramos en la era del Antropoceno
Como humanidad, nos encontramos en una posición en la que nunca antes habíamos estado. Vivimos en la era del Antropoceno. Hemos producido un impacto en todo el sistema planetario y la Naturaleza está enviándonos mensajes de alerta. Nuestras acciones colectivas están dañando la vida a escala global. Todos los días suceden ecocidios. El clima está cambiando. El hielo polar se está derritiendo y el nivel de los océanos se está elevando. Todos los días desaparecen de la superficie terrestre especies de flora y fauna que nunca habrán de retornar. Muchos y muchas hemos olvidado que no somos seres separados de la Naturaleza sino que somos parte integral de la vida de este planeta y que, cuando perjudicamos a la Naturaleza, nos perjudicamos a nosotros/as mismos/as.
La Humanidad se encuentra en una encrucijada. La especie humana ha tenido impacto en todo el sistema planetario. El modelo de desarrollo que seguimos hoy, basado en una economía extractivista, ya no es válida cuando sabemos que existen límites planetarios y que los estamos traspasando. Estamos erosionando los cimientos mismos de nuestras economías, medios de subsistencia, seguridad alimentaria, salud y calidad de vida a escala global.
La salud de los ecosistemas de los que dependemos nosotros, los humanos, y todas las demás especies se está deteriorando más rápidamente que nunca. La evaluación más ambiciosa del estado global de la naturaleza realizada hasta la fecha por la Plataforma Intergubernamental Científico-Normativa sobre Diversidad Biológica y Servicios Ecosistémicos (IPBES) afirma que una media de alrededor del 25% de las especies de los grupos animales y vegetales evaluados están amenazadas, lo que implica que alrededor de un millón de especies se enfrentan ya a la extinción, muchas de ellas en cuestión de décadas, a menos que se tomen medidas.
En las últimas décadas se han adoptado cientos de convenios y tratados sobre el medio ambiente, pero la degradación de los ecosistemas continúa a un ritmo cada vez mayor. El Convenio sobre la Biodiversidad, en el que cooperan la mayoría de los Estados del mundo en favor de la Naturaleza, se pide una transformación de la relación de la sociedad con la Naturaleza. Los seres humanos dependemos totalmente de unos ecosistemas sanos para satisfacer nuestras necesidades fundamentales. Por ello, los derechos humanos, incluidos los derechos básicos a la vida, la salud, la alimentación y el agua, están inextricablemente ligados a la Naturaleza. Las contribuciones de la Naturaleza a las personas afectan a casi todos los aspectos de la vida y son esenciales para cumplir los Objetivos de Desarrollo Sostenible; la Naturaleza está en el centro del desarrollo sostenible.
Podemos convertirnos en sanadores
Como seres humanos, tenemos la habilidad de contemplar lo que somos y lo que experimentamos. La crisis ecológica es una crisis existencial, es una crisis de comprensión sobre qué lugar ocupamos en el mundo. Durante miles años, las tradiciones y creencias espirituales han dotado a la humanidad de narrativas que le han servido para comprender quiénes somos. Como personas de fe, abrazamos la cosmovisión que incluye a aquellos que estaban aquí antes que nosotros y acogemos a aquellos que vendrán después. La Madre Tierra, o la Creación, siempre nos ha brindado todo lo que necesitamos para vivir: aire para respirar, agua para beber y comida para alimentarnos. Debemos respetar y proteger a la Tierra para que nuestro hogar siga siendo habitable, abundante y hermoso en el futuro. Tenemos ahora la opción de convertirnos en sanadores, cuidadores y copartícipes del conjunto viviente. Tenemos la opción de cambiar la relación de la humanidad con la Naturaleza, transitando del daño a la armonía.
Las leyes y los reglamentos se basan en presunciones éticas sobre lo que es bueno y malo. Las tradiciones de las fes suelen ser el manantial del que surgen estos valores. Los valores para la protección de los vulnerables se encuentran en muchas tradiciones. Y ahora nuestro hogar, la Madre Tierra, también necesita protección.
Las leyes actuales no protegen la Naturaleza y no protegen a quienes la defienden. A la gente común que intenta proteger su hogar y su medio de vida, defendiendo la salud de nuestro planeta, se le arrebatan violentamente sus tierras para producir bienes que se consumen en todo el mundo. Más de cuatro defensores del medio ambiente son asesinados cada semana, en ataques impulsados por industrias como la minería, la explotación forestal y la agroindustria. Muchos más son amenazados, detenidos, obligados a abandonar sus tierras o encarcelados por oponerse a gobiernos o empresas que buscan el beneficio económico. Las comunidades indígenas se enfrentan a riesgos de violencia desproporcionados y, al mismo tiempo, desempeñan un papel clave en la protección de la biodiversidad. Los territorios indígenas abarcan hasta el 22% de la superficie terrestre del mundo y coinciden con las zonas que albergan el 80% de la biodiversidad del planeta.
Una producción y un consumo siempre crecientes no se corresponden con un mundo finito. Aunque los dones del planeta sean suficientes para todos, nos enfrentamos a grandes injusticias y a una gran brecha entre los que tienen y los que no tienen. Cuando permitimos la destrucción de la biosfera que todos compartimos, son los pobres del mundo y las generaciones futuras quienes más sufrirán. Como personas de fe, adoptamos una visión del mundo que incluye a los que nos precedieron y a los que vendrán después. Necesitamos una ley que refleje y apoye esta visión, que proteja el todo viviente del que dependemos y que permita una transformación de la sociedad hacia una colaboración cuidadosa con la Naturaleza en lugar de una explotación negligente de la misma.
Necesitamos nuevas normas a las que atenerse
Como personas de fe de todo el mundo, exigimos una respuesta global para que no se cometan más ecocidios. Para vivir en paz entre nosotros, debemos estar en paz con la Tierra. Nuestras sociedades se rigen por leyes y debemos cambiarlas para proteger a los más vulnerables y a lo que es más valioso. En la era del Antropoceno se requiere un deber de cuidado al más alto nivel para proteger a la Tierra. Por ello, el Ecocidio se debe convertir en un crimen contra la paz bajo la jurisdicción de la Corte Penal Internacional, junto con los otros crímenes que preocupan a toda la comunidad internacional.
El mundo es un todo vivo y sagrado, no sólo un recurso abierto a la explotación. En una economía global, necesitamos normas globales para proteger lo sagrado. El Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional (CPI) de La Haya es el lugar donde se abordan los crímenes más graves, que preocupan a toda la comunidad internacional. Funciona desde 2002 y actualmente juzga cuatro crímenes: el Genocidio, los Crímenes de lesa Humanidad, los Crímenes de Guerra y los Crímenes de Agresión. El Estatuto puede modificarse para añadir un quinto crimen: Ecocidio.
Ecocidio significa daño masivo y destrucción de ecosistemas – un daño a la naturaleza que es generalizado, grave o sistemático. Eco” deriva del griego oikos, que significa casa u hogar, y “cide”, del latín caedere, que significa derribar, demoler, matar. En otras palabras, “matar nuestro hogar”. Los crímenes bajo la jurisdicción de la CPI suelen denominarse crímenes contra la paz. El daño, la destrucción o la pérdida de ecosistemas conducen al agotamiento de los recursos, lo que a su vez provoca conflictos y, en última instancia, guerras. La humanidad ha visto la importancia de las leyes internacionales para garantizar que los infractores rindan cuentas. El principio de “responsabilidad superior” del derecho internacional responsabiliza de sus actos a quienes se encuentran en una posición de poder. Impone un deber de diligencia a las personas que toman decisiones que afectan a toda la humanidad.
A lo largo de miles de millones de años, la vida ha evolucionado en el hermoso planeta que habitamos. Como humanidad, compartimos este planeta entre nosotros y con todos los demás seres vivos. Es nuestro único hogar. Hoy, cuando la humanidad está al volante del futuro, necesitamos un cambio hacia una comprensión global del respeto y la reverencia por la Madre Tierra, o la Creación. Necesitamos leyes que apoyen ese cambio. Como personas de fe de todo el mundo, pedimos a nuestros líderes que creen un deber de cuidado, modificando el Estatuto de Roma para que el Ecocidio sea un crimen internacional.
Juntos nos esforzamos por acabar con el Ecocidio y sanar la Tierra. Somos los templos, iglesias, pagodas, mezquitas, sinagogas, catedrales y lugares sagrados de todo el mundo. ¡Con fe, esperanza, amor y cuidado por nuestro futuro común!